El V.M. Samael Aun Weor nace en Santa Fe de Bogotá Colombia, el 6 de Marzo de 1917. Este evento cósmico es descrito en el Capítulo 38 del libro: El Misterio del Aureo Florecer. Textualmente el Maestro dice:
Un día cualquiera, muy quedito, vino a mí uno de los brillantes Señores de la Ley. Tomó la palabra y dijo:
-Maestro Samael Aun Weor, ya todo está listo, sígame.
Yo respondí de inmediato: Sí Venerable Maestro, está bien, le seguiré.
Anduvimos entonces juntos por diversos lugares y penetramos al fin en una casa señorial, atravesamos un patio y después pasamos por una sala y luego entramos en la recámara de la matrona: oímos que se quejaba, sufría dolores de parto.
Ese fue el instante místico en que vi con asombro el Cordón de Plata de mi existencia actual conectado psíquicamente al infante que estaba por nacer. Momentos después aquella criatura inhalaba con avidez el prana de la vida: me sentí atraído hacia el interior de ese pequeño organismo y luego lloré con todas las fuerzas de mi Alma…
Vi a mi alrededor algunas personas que sonreían y confieso que especialmente me llamó la atención un gigante que me miraba con cariño; era mi progenitor terrenal…
Este mismo evento trascendental, el nacimiento del V.M. Samael Aun Weor esta descrito en las Tres Montañas (Capitulo 1, Mi Infancia) en la siguiente forma:
“No está de más aseverar solemnemente que nací con enormes inquietudes espirituales; negarlo sería un absurdo.
Aunque a muchos les parezca algo insólito e increíble, el hecho concreto de que haya alguien en el mundo que pueda recordar en forma íntegra la totalidad de su existencia, incluyendo hasta su propio suceso del nacimiento, quiero aseverar que yo soy uno de esos.
Después de todos los consabidos procesos natales, muy limpio y hermosamente vestido, deliciosamente fui colocado en el lecho materno junto a mi madre… Cierto gigante muy amable, acercándose a aquel sagrado lecho, sonriendo dulcemente me contemplaba, era mi padre…
Fui siempre un adorador del Sol y tanto al amanecer como al anochecer subía sobre la techumbre de mi morada (porque entonces no se usaban las azoteas) y sentado al estilo oriental como un yogui infantil, sobre las tejas de barro cocido, contemplaba al astro rey en estado de éxtasis, sumiéndome así en profunda meditación: buenos sustos se llevaba mi noble madre viéndome caminar sobre la morada…”
Continúa el Maestro:
“Enseñado en buenos modales, confieso francamente y sin ambages, que fui educado de acuerdo con la religión oficial de mi pueblo.
Travesear con alguien, por el desván, en plena liturgia, siempre me pareció abominable… Desde niño tuve el sentido de veneración y respeto. No quise jamás encogerme de hombros en pleno culto; nunca me agradó escabullirme de entre mis sagrados deberes, ni reírme, ni burlarme de las cosas santas.”
Después de buscar la Luz en diferentes escuelas el V. M. Samael Aun Weor, busca la Luz dentro de sí mismo… Este evento es descrito en su libro Puerta de Entrada a la Iniciación, textualmente cita:
“Después de meterme un millón de teorías en la cabeza, llegue a la conclusión de que yo había perdido el tiempo miserablemente, porque la Iniciación no es cuestión de teorías, ni de autoritarismos, ni de leer libros.
Me retire al silencio y la meditación, me consagré de lleno al desarrollo de mis propios poderes internos a fin de adquirir el conocimiento directo…”
El camino de la meditación, para acercarse al Ser, que tomara el V. M. Samael Aun Weor lo describe en el capítulo 7 del Libro: Las 3 Montañas.
“Flanqueado de murallas intelectivas, hastiado de tantas teorías tan complicadas y difíciles, resolví viajar hacia las costas tropicales del mar Caribe… Allá lejos, sentado como un eremita de los tiempos idos, bajo la sombra taciturna de un árbol solitario, resolví darle sepultura a todo ese séquito difícil del vano racionalismo…
Con mente en blanco, partiendo del cero radical, sumido en meditación profunda, busqué dentro de mí mismo al Maestro Secreto…
Sin ambages confieso y con entera sinceridad, que yo tomé muy en serio aquella frase del testamento de la sabiduría antigua que a la letra dice: Antes de que la falsa aurora amaneciera sobre la Tierra, aquellos que sobrevivieron al huracán y a la tormenta, alabaron al Intimo, y a ellos se les aparecieron los heraldos de la aurora..
Obviamente buscaba al Intimo, le adoraba entre el secreto de la meditación, le rendía culto…
Sabía que dentro de mí mismo, en las ignotas reconditeces de mi alma le hallaría, y los resultados no se hicieron esperar mucho tiempo… Más tarde, en el tiempo, hube de alejarme de la arenosa playa para refugiarme en otras tierras y en otros lugares…
Empero, doquiera que fuese, continuaba con mis prácticas de meditación; acostado en mi lecho o en el duro piso, me colocaba en la forma de estrella flamígera piernas y brazos abiertos a derecha e izquierda con el cuerpo completamente relajado… Cerraba mis ojos para que nada del mundo pudiese distraerme; después me embriagaba con el vino de la meditación en la copa de la perfecta concentración, incuestionablemente, conforme intensificaba mis prácticas, sentía que realmente me acercaba al Íntimo…
Las vanidades del mundo no me interesaban; bien sabía que todas las cosas de este valle de lágrimas son perecederas…
El Íntimo y sus respuestas instantáneas y secretas era lo único que realmente me interesaba. Existen festivales cósmicos extraordinarios que jamás pueden ser olvidados; esto lo saben muy bien los Divinos y los Humanos…
En momentos en que escribo estas líneas viene a mi memoria el grato amanecer de un venturoso día…
Desde el jardín interior de mi morada, fuera del cuerpo planetario, hincado humildemente, clamando con gran voz llamé al Íntimo…
El bendito traspasó el umbral de mi mansión; yo le vi venir hacia mí con paso triunfal…
Vestido con céfiro precioso y blanca túnica inefable, vino a mí el adorable; le contemplé dichoso…
En su cabeza celestial lucía espléndida la corona de los Hierofantes; todo su cuerpo estaba hecho de naturaleza de felicidad…
En su diestra resplandecían preciosas todas esas gemas valiosas de las cuales habla el Apocalipsis de San Juan…
Empuñaba el Señor con gran firmeza la Vara de Mercurio, el cetro de los reyes, el bastón de los Patriarcas…
Tomándome en sus brazos cantó el venerable con voz de paraíso diciendo cosas que a los seres terrenales no les es dable comprender. El Señor de perfecciones me llevó entonces al planeta Venus, muy lejos de las amarguras de este mundo…
Así fue como me acerqué al Intimo por el camino secreto de la meditación interior profunda; ahora parlo porque…”